miércoles, 11 de julio de 2012





Entre los polos de nuestra geografía

La naturaleza humana parece, a menudo, oscilar entre extremos. En algunos casos, la combinación de genética y libertad parece orientar la conducta de los individuos hacia lo radicalmente individual, y en algunos otros hacia lo fuertemente social. Este flujo de fuerzas biológicas y existenciales entre dos polos hace posible una amplia gama de posibilidades en muchos sentidos, pero particularmente con relación a las aspiraciones humanas. Psicológicamente, el polo en el que comienzan dichos conflictos es el centro de la individualidad, que reclama el mundo para sí mismo. Sin embargo, dicho reclamo puede recorrer una gama que registra progresivas manifestaciones de apertura a lo comunitario hasta llegar a los grandes ideales sociales. El ser humano es, así, a menudo presa de luchas y conflictos, tanto internos como externos, de relevancia variable para sí mismo y para la comunidad en la que vive, resolviéndose éstos con diferentes grados de éxito. Sin embargo, las consecuencias de esto con frecuencia moldean secciones del universo personal y comunitario, proyectándose, articulada o desarticuladamente, en diferentes cuadrantes de la realidad.

Esta lógica se ve a menudo extendida a la interacción de grupos sociales con intereses particulares, sean grupos de interés económico, de interés político, o de cualesquiera otros. Esto crea un cambiante flujo de fuerzas, que en su dinamismo tiende a ser ciego, excepto por su orientación hacia los intereses particulares mencionados.  Quizás uno de los más famosos ejemplos de éste fenómeno sea el escándalo político del Watergate en los Estados Unidos de América, cuyo más notable protagonista fue el presidente Richard Nixon. El espionaje, y según algunos, sabotaje, al partido político contrario al del presidente Nixon fueron los motivos de una serie de investigaciones y antagonismos políticos que culminaron con la renuncia de Richard Nixon a la presidencia que recientemente había ganado al ser re-electo para el cargo. El fuego de la indignación ante los actos ultimadamente atribuidos a dicho presidente recorrió el país de origen, asombrando a propios y extraños, creando una presión política cuyo peso era insostenible. Finalmente, la resistencia de Richard Nixon a aceptar alguna culpabilidad fue vencida, y su renuncia a la presidencia de los Estados Unidos de América resultó inevitable. 

Tras la renuncia de Richard Nixon, David Frost, un periodista británico, le hizo una serie de entrevistas por medio de las cuales trató de obtener una explicación extraída directamente de la experiencia del mismo Richard Nixon sobre diferentes momentos de su vida y carrera política. El film de 2008, Frost/Nixon, ilustra tanto el enfoque y realización de dichas entrevistas como el proceso psicológico que llevó a Nixon a revelar hechos que evidenciaron su posición en dichos puntos. Para el público estadounidense, una aclaración, y más que nada, una aceptación de culpabilidad por parte de Richard Nixon, era lo éticamente correcto en virtud de la aplastante importancia de los hechos que se habían descubierto hasta entonces. 

El desarrollo de las entrevistas  mostró a un Nixon que buscaba, en principio, establecer una posición de carácter evasivo y moverse así hasta la proyección de una imagen exculpatoria a como diera lugar. El expresidente deseaba volver a la vida política y vio en la realización de las entrevistas un medio para rehabilitar su imagen pública de modo que fuera nuevamente aceptado en las élites operando en Washington, D.C. Sin embargo, el constante abordar los detalles de su actuación como presidente en temas como la guerra de Vietnam, la medidas tomadas en relación con la economía de los Estados Unidos y la implementación de medidas integrativas en el área de derechos civiles, parecía generar una fuerza empática entre entrevistador y entrevistado al tiempo que la rivalidad existente entre ambos se acentuaba. La tensión entre los dos crecía de manera palpable, originando una situación impredecible: mientras más buscaba Nixon justificarse más parecía tomar conciencia de los defectos de su actuación. Esa conciencia parecía mellar su fiera defensa, la cual retomaba una y otra vez, creando un conflicto psicológico que se derramaba sobre el centro del sentido de su existencia.  

Por otra parte, David Frost, cuya timidez inicial había permitido la evasión de explicaciones, pudo reemprender una labor de profundización en el tema de principal interés para el público norteamericano. La presión de Frost en el tema del escándalo del Watergate llevó esta dinámica hasta el punto de orillar a Nixon a pronunciar la impactante idea de que si el presidente de la nación realizaba un acto ilegal, por el hecho de ser el presidente quien lo realizaba, dejaría el acto de ser ilegal. 

Impensable como había sido para muchos, el camino hacia el polo opuesto había concluido. Nixon finalmente concedió que había cometido grandes errores y que había faltado a su deber respecto de su función como gobernante. Aunque no se declaraba culpable de haber violado ley alguna, parecía haber transitado  del polo de la autojustificación hacia una conciencia de su pertenencia a algo más grande que sí mismo y ante lo cual tenía un deber mayor: su nación.  Es así como la comunidad nacional pareció, progresivamente y en un corto lapso, cobrar la mayor importancia en su visión de las cosas. Si bien su perspectiva individual  mantenía una arraigada relevancia, la referencia fundamental dejó de ser él mismo para mirar hacia alguien más.  

Queda claramente ejemplificado, así, que la radicalización de la aspiración personal, llevada hasta el extremo de violar leyes humanas y principios éticos fundamentales, puede contraponerse fuertemente al sentido correcto de la orientación humana a lo social. Es por ello que la armonización de lo individual y de lo comunitario juega un papel clave en el equilibrio y desarrollo de las sociedades, ya que es la solución constructiva para el juego de intereses y la actividad derivada del mismo.  Podría pensarse en el concepto de bien común como parámetro rector, pero éste navega sin brújula entre las olas de los intereses particulares. ¿Quién determina qué es lo que constituye un bien? ¿Quién determina qué es el bien común para una circunstancia histórica concreta? 

Es entonces que una Dirección Civilizacional se torna necesaria. En dicho entorno es necesario evitar que el flujo de fuerzas permanezca ciego a necesidades más grandes que las derivadas de sus reducidas premisas. De esta manera podría prevenirse el que una sociedad rasgue su trama o siga el sendero de la extinción.  Si el ser humano es capaz de superar esta antinomia convirtiéndola en una armonía, quizás la esperanza de que la sociedad humana pueda superar su infancia no sea vana. 





Between the poles of our geography


Human nature often seems to oscillate between extremes. In some cases, the combination of genetics and freedom may seem to direct the behavior of individuals towards the radically individual, and in others, towards the strongly social. This flow of biological and existential forces between two poles makes possible a broad range of possibilities in many senses, but particularly in regard to human aspirations. Psychologically, the pole in which said conflicts begin is the center of individuality, which claims the world for itself. However, said claim may run through a range that includes progressive manifestations of openness to the communitarian up to the great social ideals. The human being is often, in this manner, subject to internal and external fighting and conflict, with variable relevance to itself and to the community in which he or she lives, these being solved with different degrees of success. The consequences of this frequently model sections of the personal and communitarian universe, projecting themselves, articulated or inarticulated, into different quadrants of reality.


This logic is often applied by extension to the interaction of social groups with particular interests, be them economic interest groups, political interest groups, or any others.  This creates a changing flow of forces which, in its dynamism, tends to be blind, with the exception of its direction towards the above-mentioned particular interests. Maybe one of the most famous examples of this phenomenon is the Watergate political scandal in the United States of America, which most notorious participant was President Richard Nixon. Espionage, and according to some, sabotage, to the political party opposing that of President Nixon, were the reason for a series of investigations and political antagonisms which climaxed with the resignation of Richard Nixon to the presidency which he had recently won by being reelected to the position. The fire of indignation caused by the actions ultimately attributed to said President ran through the country of origin, amazing nationals and foreigners, creating a political pressure which weight was unsustainable. Finally, Richard Nixon’s resistance to accept any involvement was defeated, and his resignation to the presidency of the United States of America became inevitable.

After Richard Nixon’s resignation, David Frost, a British journalist, made a series of interviews by means of which he tried to obtain an explanation directly from Richard Nixon’s experience on different moments of his life and political career.  The 2008 film, Frost/Nixon illustrates the approach and the manner in which these interviews were made as well as the psychological process that took Nixon to reveal facts that evidenced his position in said affairs. To the domestic audience, a clarification, and more than anything, an acceptance of guilt on Richard Nixon’s part, was the ethically correct in view of the burdening importance of the facts discovered until then.

The development of the interviews showed a Nixon who sought, at first, to establish an evasive position and move towards the projection of an exculpatory image at any cost. The ex-president wished to return to political life and saw in the making of the interviews a means to rehabilitate his public image for him to be accepted again by the elites operating in Washington, D.C. However, the constant talking about the details of his performance as president in connection with topics such as the Vietnam war, the measures taken regarding the economy of the United States and the implementation of integrating measures in the area of civil rights, seemed to generate an empathic force between the interviewer and the interviewed party, while the existing rivalry between them grew.  The tension between the two increased tangibly, originating an unpredictable situation: the more Nixon sought to justify himself the more he seemed to become conscious of the flaws of his performance. This consciousness appeared to wear down his fierce defense, which he resumed again and again, creating a psychological conflict flooding the very core of the sense of his existence.

On the other hand, David Frost, whose initial shyness had permitted the avoidance of explanations, could resume a work of deeper delving into the topic of main interest for the American audience. Pressure by Frost on the topic of the Watergate scandal took this process to the point of pushing Nixon to say the shocking idea that if the president of the nation executed an illegal action, it would automatically cease to be illegal due to the fact that it was the president executing it. 

Unthinkable as it had been for many, the transit to the opposite pole had concluded. Nixon finally had admitted that he had made great mistakes and had failed to perform his duty regarding his position as statesman. Even though he didn’t admit to any responsibility for breaking any law, he seemed to have gone from the pole of self justification to the consciousness of his belonging to something bigger than himself, and before which he had a higher duty: his nation. This is how the national community seemed, progressively and in a short time, to become greatly important in his view of reality. Even if his individual perspective kept a very rooted relevance, the fundamental reference ceased to be his own person in order to look at someone else. 

It is clearly exemplified, in this manner, that the radicalization of personal aspirations taken to the extreme of breaching human laws and fundamental ethical principles may strongly oppose the correct direction of the human orientation towards the communitarian. This is why harmonization of the particularly individual and of the communitarian plays a key role for the balance and development of societies, due to the fact that it constitutes the constructive solution for the interests interplay and the activity arising from it.  The concept of common good could be considered as a ruling parameter, but this concept navigates without a compass amidst the waves of particular interests. Who determines what a “good” thing is? Who determines what the common good is for a concrete historical circumstance?

It is then that a Civilizational Direction becomes necessary. In said environment it is necessary to avoid that the flow of forces remain blind to needs bigger than those deriving from their reduced premises. In this manner it could be prevented that a society tears its own fabric or follows the path of its own extinction. If the human being is capable of overcoming this antinomy turning it into a harmony, maybe the hope of humanity growing out of its infancy is not an empty one.









Zwischen den Polen unserer Geographie

Oft scheint die menschliche Natur  zwischen zwei Extremen zu pendeln. In einigen Fällen mag die Kombination von Genetik und Freiheit das Verhalten der Individuen auf radikale Individualität hin ausrichten, in einigen anderen zum ausgesprochen Sozialen. Dieser Fluss biologischer und existenzieller Kräfte zwischen zwei Polen bietet eine in vieler Hinsicht große Anzahl von Möglichkeiten, besonders aber das menschliche Streben betreffend.

Psychologisch gesehen ist der Pol in welchem besagte Konflikte beginnen, das Zentrum der Individualität, das die Welt für sich selbst reklamiert. Trotzdem mag jenes Reklamieren eine Skala durchlaufen, die zunehmende Bekundung der Offenheit gegenüber der Gemeinschaft bis hin zu den großen sozialen Idealen beinhaltet. In dieser Hinsicht ist der Mensch oft Gefangener interner und externer Kämpfe und Konflikte mit unterschiedlicher Relevanz für sich selbst und die Gesellschaft in der er lebt, welche mit unterschiedlichem Erfolgsgrad gelöst werden. Die Konsequenzen daraus formen andererseits oft Abschnitte des persönlichen und gemeinschaftlichen Universums, und projizieren sich, untereinander verbunden oder eigenständig, in verschiedene Quadranten der Realität.

Diese Logik wird oft auf die Interaktion sozialer Gruppen mit speziellen Interessen ausgeweitet, mögen diese wirtschaftliche Interessensgruppen, politische oder andere dergleichen sein. Dies schafft einen wechselhaften Kräftefluss, der in seiner Dynamik zur Blindheit neigt, ausgenommen seiner Ausrichtung auf genannte besondere Interessen. Vielleicht ist eines der berühmtesten Beispiele dieses Phänomens die politische Watergate-Affäre in den Vereinigten Staaten von Amerika, deren meistbeachteter Protagonist Präsident Richard Nixon war. Die Spionage und, wie einige meinten, Sabotage an Präsident Nixons Oppositionspartei waren der Grund für eine Reihe von Nachforschungen und politischem Widerspruch, die ihren Höhepunkt im Rücktritt Richard Nixons vom Regierungsamt erreichten, in das er nur kurz zuvor wiedergewählt worden war. Der Sturm der Entrüstung, der durch die jenem Präsidenten letztlich zugeschriebenen Handlungen entfacht worden war, brauste durch das Land seiner Herkunft, versetzte Einheimische wie Fremde in Erstaunen und schuf einen politischen Druck dessen Gewicht unhaltbar war. Schließlich wurde der Widerstand Richard Nixons dagegen jegliche Schuld zu akzeptieren besiegt und sein Rücktritt von der Präsidentschaft der Vereinigten Staaten von Amerika erwies sich als unausweichlich.

Nach der Amtsniederlegung Richard Nixons machte David Frost, ein britischer Journalist, mit ihm eine Serie von Interviews mithilfe derer er versuchte, eine Deutung direkt aus Richard Nixons Erfahrungen in verschiedenen Momenten seines Lebens und seiner politischen Karriere zu erhalten. Der Film aus dem Jahr 2008 „Frost/Nixon“ illustriert sowohl die Herangehensweise und Realisierung dieser Interviews, als auch den psychologischen Prozess der Nixon veranlasste Tatsachen zu enthüllen, die seine Position in den besagten Affären bewiesen. Für die Zuschauer in den Vereinigten Staaten war eine Aufklärung und vor allen Dingen  ein Schuldeingeständnis von Seiten Richard Nixons aufgrund der vernichtenden Bedeutung der bis dahin aufgedeckten Tatsachen das ethisch Korrekte.

Die Entwicklung der Interviews zeigte einen Nixon, der zuerst versuchte, eine ausweichende Haltung einzunehmen und sich in Richtung der Projektion eines in jeder Hinsicht entlastenden Bildes zu bewegen. Der Ex-Präsident wollte ins politische Leben zurückkehren und sah in der Realisierung der Interviews ein Medium sein öffentliches Image zu rehabilitieren, um von Neuem von der in Washington DC operierenden Führung akzeptiert zu werden. Das permanente Sprechen über die Einzelheiten seines Auftretens als Präsident bei Themen wie dem Vietnamkrieg, die Maßnahmen, die in Beziehung auf die Wirtschaftslage der Vereinigten Staaten ergriffen worden waren, und die Vollziehung integrativer Maßnahmen auf dem Gebiet des Zivilrechts schienen jedoch eine empathische Macht zwischen dem Interviewer und der interviewten Partei zu erzeugen, während die existierende Rivalität zwischen beiden wuchs. Die Spannung zwischen ihnen beiden nahm fühlbar zu und verursachte dadurch eine unvorhersehbare Situation. Je mehr sich Nixon zu rechtfertigen suchte, desto mehr schien er sich der Fehler seiner Handlungen bewusst zu werden. Diese Bewusstwerdung schien seine starke Verteidigungshaltung, welche er ein ums andere Mal wieder aufnahm, zu zerstören und brachte damit einen psychologischen Konflikt hevor, der das Innerste seines Existenzbewusstseins überflutete.

Auf der anderen Seite konnte David Frost, dessen anfängliche Schüchternheit die Vermeidung von Erklärungen erlaubt hatte, eine Arbeit der Vertiefung in das Thema aufnehmen, das von Hauptinteresse für das nordamerikanische Publikum war. Der Druck Frosts auf den Gegenstand der Watergate-Affäre führte diese Dynamik an den Rand, an dem Nixon die schockierende Idee äußerte, wenn ein Präsident der Nation eine illegale Aktion durchführte, würde sie den Tatbestand der Illegalität verlieren, allein dadurch dass sie der Präsident durchgeführt hätte.

Obschon undenkbar für viele: der Transit zum gegenüberliegenden Pol hatte sich vollzogen. Nixon hatte letztendlich zugegeben, große Fehler gemacht und seine Pflichten hinsichtlich seiner Position als Staatsmann verfehlt zu haben. Obwohl er sich nicht schuldig erklärte irgendein Gesetz gebrochen zu haben, schien er vom Pol der Selbstrechtfertigung zu einem Bewusstsein seiner Zugehörigkeit zu etwas Größerem als sich selbst übergegangen zu sein, und vor dem er eine größere Pflicht zu erfüllen hatte: seiner Nation. Auf diese Weise erschien die nationale Gemeinschaft fortschreitend und in kurzer Zeit die wichtigste Bedeutung in seiner Sicht der Realität einzunehmen. Obwohl die Bedeutung seiner persönlichen Sichtweise unverändert verwurzelt blieb, hörte seine eigene Person auf den grundlegenden Bezugspunkt darzustellen um sich anderen zuzuwenden.

Auf diese Weise bleibt deutlich bewiesen, dass die Radikalisierung persönlichen Strebens, die bis zum Extrem getrieben wird, menschliche Gesetze und grundsätzliche ethische Prinzipien zu brechen sich der redlichen menschlichen Ausrichtung auf die Gesellschaft entgegensetzen mögen. Deswegen spielt die Harmonisierung des Individuums mit der Gesellschaft eine Schlüsselrolle für das Gleichgewicht und die Entwicklung von Gesellschaften, denn es bietet die konstruktive Lösung für das Spiel der Interessen und die Handlungen, die sich daraus ergeben. Man könnte sich das Konzept des Gemeinwohles als führenden Parameter vorstellen, aber es navigiert ohne Kompass zwischen den Wellen der einzelnen Interessen. Wer entscheidet was „das Gute“ ausmacht? Wer entscheidet was das Gemeinwohl in einer konkreten historischen Situation ist?

In genau diesem Falle wird eine Kulturelle Zielrichtung notwendig. In besagtem Umfeld ist es unumgänglich zu vermeiden, dass der Kräftefluss blind gegenüber Bedürfnissen bleibt, die größer als jene sind, die sich aus ihren beschränkten Vorgaben ableiten. Auf diese Weise könnte vermieden werden, dass die Gesellschaft ihr eigenes Gewebe auftrennt oder den Pfad ihres eigenen Aussterbens verfolgt. Wenn die menschliche Natur fähig ist, diese Antinomie in Harmonie umzuwandeln, ist die Hoffnung, die menschliche Gesellschaft könne ihren Kinderschuhen entwachsen, vielleicht keine leere.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Memoria




Los recuerdos son para nosotros, los humanos, un pilar de nuestra personalidad. Se forman desde el principio de nuestra vida como resultado de nuestras experiencias, y a la vez, afectan nuestras reacciones y la forma en que asimilamos las siguientes experiencias. Conforman la columna vertebral de nuestras ideas, de nuestras emociones y de nuestras aspiraciones. Es por ello que cuando el film de 2001, Iris, nos muestra el deslizamiento de la personalidad de la autora Iris Murdoch hacia un abismo para el cual poseemos poca comprensión, nos muestra en el fondo una forma de extinción. La enfermedad de Alzheimer constituye para la escritora, ampliamente reconocida en el mundo literario de habla inglesa, un viaje de una riqueza cultural y vivencial hacia el pozo negro de la ausencia interior. Alternando recuerdos añejos con el olvido reciente, su conciencia es suavemente empujada hacia un pasado que con el progreso de la enfermedad es igualmente borrado paulatinamente. De este modo Iris va perdiendo conciencia de sí misma, cayendo en la repetición de conductas y experimentando una falta de sentido hasta el punto de perder la noción de una dirección tanto de sus acciones como de sus pasos. La desesperación hace, a veces, presa de ella, y crea una carga emocional que genera grietas en su personalidad y en su relación con su esposo, John Bailey. En esta situación cabe preguntarse: con la imposibilidad de formar recuerdos recientes y la desaparición del pasado, ¿qué puede, existencialmente, quedarle a un ser humano?  Quizás solo queda la posibilidad de formar recuerdos para otros, de dar significado a las vivencias de otros. Esto nos habla de lo importante que, a nivel individual y en un doble aspecto, la memoria de la vida puede ser.

A las sociedades puede ocurrirles lo mismo. La memoria histórica contribuye a la interpretación del presente, a veces condicionándola y limitándola, y a veces proveyendo información útil para su lectura. Al igual que en el caso de los individuos, constituye la base para una identidad profundamente arraigada en la materia de una vida concreta. La pérdida de dicha memoria histórica es un hecho que puede contribuir al deshilvane de la trama del tejido social, a la pérdida de la  identidad social, y por tanto, a cierta desorientación respecto de varios aspectos que incluyen la teleología civilizacional de una sociedad. La memoria de cómo se llegó a ser una nación puede proveer ciertas claves para conservarse como tal. Sin estas claves, las naciones llegan al punto de encarar un abismo paralelo al de la desaparición de la personalidad.

A diferencia del caso de la enfermedad incurable que hemos mencionado, en el cual el paso a la pérdida de la identidad es irreversible, este abismo puede ser franqueable. Aunque, al igual que en lo individual, la memoria del pasado puede influir en la interpretación de la nueva experiencia social, el hecho de que esta interpretación sea colectiva abre la posibilidad de superar los condicionamientos históricos. Es entonces cuando la historia y la comunicación se vuelven importantes.  El establecimiento de una Dirección Civilizacional hacia la cual una sociedad deberá crecer con solidez estructural es uno de los pilares de su desarrollo. Cuando hablamos de una Dirección Civilizacional que incluye una cierta estructura, podríamos describirla como un modelo que abarque los valores fundamentales y las instituciones que los pondrán en práctica como una política de la entidad social que puede estar o puede no estar, al menos completamente, reflejada en políticas gubernamentales. Estos valores no deben ser solamente una suerte de articulación política de la convivencia social, como ha sucedido en el pasado.  Deben también representar una inversión en un modelo ético que  haga sustentable la civilización.

Quizás en un sentido inverso, desde cierta perspectiva, al de la enfermedad de Alzheimer, debemos pasar de una memoria estrictamente fáctica de una historia un tanto al azar a un futuro civilizacional fundamentado que contenga las libertades necesarias y las guías de crecimiento que nos lleven a evitar el abismo que nos condenaría a repetir el pasado. De esta manera, Iris, nos presenta tanto un sendero posible para los individuos que experimenten los efectos de esta enfermedad, tanto como para, metafóricamente hablando, las sociedades que se olviden de su causa y razón de existir, y nos permite palpar el borde de este abismo

Memory



Memories are for us, humans, a pillar of our personality. They are formed from the beginning of our life as a result of our experiences, and in turn, they affect our reactions and the way in which we assimilate our next experiences. They make up the spinal column of our ideas, of our emotions and of our aspirations. That is why when the 2001’s film, Iris, shows us the sliding of the personality of writer Iris Murdoch into an abyss for which we have little understanding, it shows us deep down a form of extinction.  Alzheimer’s illness is for the writer, widely known in the English speaking literary world, a voyage from a cultural and living richness to the black hole of internal absence. Alternating old memories with recent forgetfulness, her consciousness is softly pushed towards a past which with the progress of the illness is equally and gradually erased.  In this manner, Iris loses consciousness of her own self, falling into behavior repetition and experiencing a lack of sense to the point of losing the feeling of direction in her actions and her steps. Desperation fills her sometimes, creating an emotional charge which generates rifts in her personality and in her relationship with her husband, John Bayley. In this situation, the question may be asked:  with the impossibility of forming recent memories and the disappearance of the past, what can a human being have, existentially, left? Maybe there is only the possibility of forming memories for others, of endowing other’s experiences with meaning. This tells us of how important, on an individual level and in a double aspect, the memory of life can be.


The same may happen to societies. Historical memory contributes to the interpretation of the present, sometimes conditioning and limiting it, and sometimes providing useful information for its reading. Just like with individuals, it constitutes the basis for an identity deeply rooted in the matter of a particular life. The loss of said historical memory is a fact that may contribute to the unraveling of the social fabric, to the loss of social identity, and thus, to certain disorientation regarding various aspects including a society’s civilizational teleology. The memory of how a society has become a nation may provide certain key aspects to preserve itself as such. Without these key aspects, nations come to the point of facing an abyss parallel to that of personality disappearance.


Unlike the above-mentioned incurable disease, in which the transit to the loss of one’s identity is irreversible, this abyss may be cleared. Even though, like with individuals, the memory of the past may influence the interpretation of the new social experience, the fact that this interpretation is a collective one opens the possibility of overcoming historical conditionings. It is then when history and communication become important. The establishment of a Civilizational Direction into which a society must grow with structural stability is one of the pillars of its development. When we speak of a Civilizational Direction which includes a certain structure, we could describe it as a model that includes fundamental values and the institutions that will put them into practice as a policy of the social entity that may or may not be, at least fully, reflected in governmental policies. These values must not be only a sort of political articulation of social life, as it has happened in the past. They must also represent an investment in an ethical model that makes civilization sustainable.


Perhaps in an inverse sense, from a certain perspective, to that of Alzheimer’s disease, we must go from a memory strictly about facts of a history which has held certain randomness to a well based civilizational future containing the necessary freedoms and the necessary guides for growth, thus, leading us to avoid the abyss which would condemn us to repeat the past. In this manner, Iris shows us a path that is possible for both individuals who may experience the effects of this disease and, metaphorically speaking, societies that forget the cause and reason of their existence, and allows us to feel the border of this abyss.

Erinnerung





Erinnerungen sind für uns Menschen eine Säule unserer Persönlichkeit. Vom Anfang unseres Lebens an bilden sie sich als Resultat unserer Erfahrungen, und bestimmen wiederum unsere Reaktionen und wie wir künftige Erfahrungen aufnehmen werden. Sie formen die Wirbelsäule unserer Ideen, unserer Gefühle und unseres Strebens. Aus diesem Grund zeigt uns der Film aus dem Jahr 2001 "Iris" das Abgleiten der Persönlichkeit der Autorin Iris Murdoch in einen Abgrund, für den wir wenig Verständnis besitzen; er zeigt im Grunde eine Art der Extinktion. Die Alzheimer Erkrankung verursacht für die, in der englischsprachigen Welt weiträumig bekannte, Autorin eine Reise ausgehend von kulturellem und lebendigem Reichtum in den Abgrund innerer Abwesenheit. Indem sich alte Erinnerungen mit jüngster Vergesslichkeit abwechseln, wird ihr Bewusstsein sanft zu einer Vergangenheit gedrängt, die mit dem Fortschreiten der Krankheit allmählich gleichermaßen gelöscht wird. Auf diese Weise verliert Iris ihr Ich-Bewusstsein. Sie verfällt in Verhaltenswiederholungen und erlebt einen fortschreitenden Mangel an Vernunft bis zu dem Punkt, an dem ihre Handlungen und Schritte die Richtung verlieren. Die Verzweiflung, die sie manchmal übermannt, wird zu einer emotionalen Belastung, die Risse in ihrer Persönlichkeit und der Beziehung zu ihrem Ehemann, John Bayley, hervorruft. In dieser Situation mag man sich fragen: Was bleibt von menschlicher Existenz, wenn das Bilden frischer Erinnerungen unmöglich ist und die Vergangenheit verschwindet? Vielleicht nur noch die Möglichkeit, Erinnerungen für andere zu schaffen, dem Erleben anderer eine Richtung zu geben. Wir sehen wie wichtig die Erinnerung des Lebens ganz individuell und unter einem doppelten Gesichtspunkt sein kann.

Dasselbe mag für Gesellschaften gelten. Das historische Gedächtnis trägt zur Interpretation der Gegenwart bei, manchmal konditionierend und limitierend, und manchmal nützliche Informationen für ihre Lesart bietend. Genau wie im Falle des Individuums bereitet es die Basis für eine in der Materie des einzelnen Lebens festverwurzelte Identität. Der Verlust des besagten historischen Gedächtnisses ist ein Umstand, der dazu beitragen kann, die Fäden des sozialen Gewebes zu verwirren, die gesellschaftliche Identität zu verlieren und deswegen zu einer gewissen Desorientierung hinsichtlich verschiedener Aspekte einschließlich der zivilisatorischen Teleologie einer Gesellschaft zu führen. Die Erinnerung daran wie aus einer Gesellschaft ein Staat wurde, mag für bestimmte ausschlaggebende Aspekte sorgen ein solcher auch zu bleiben. Ohne diese Aspekte kommen Staaten an den Punkt, an dem sie sich am Rande eines Abgrunds sehen, der Parallelen zum Verschwinden der Persönlichkeit aufweist.

Ungleich der oben genannten unheilbaren Erkrankung, in welcher der Übergang zum Verlust der eigenen Identität irreversibel ist, kann dieser Abgrund überbrückt werden. Wenn auch genau wie bei Individuen die Erinnerung der Vergangenheit die Interpretation neuerer gesellschaftlicher Erfahrungen beeinflussen mag, eröffnet die Tatsache, dass die Interpretation auf kollektiver Basis stattfindet, die Möglichkeit historische Konditionierungen zu überwinden. In diesem Augenblick werden Geschichtsverständnis und Kommunikationsfähigkeit wichtig. Die Etablierung einer Kulturellen Zielrichtung, in welche eine strukturstabile Gesellschaft wachsen sollte, ist eine der Säulen ihrer Weiterentwicklung. Wenn wir von einer Kulturellen Zielrichtung sprechen, die eine bestimmte Struktur beinhaltet, können wir sie als Modell beschreiben, das die grundlegenden Werte umfasst und ihre Institutionalisierung als Richtlinien der Gesamtgesellschaft, was mehr oder weniger vollständig von der Regierungspolitik reflektiert wird. Diese Werte dürfen nicht nur wie in der Vergangenheit eine politische Artikulation sozialen Lebens sein. Sie müssen eine Investition in ein ethisches Modell darstellen, das Zivilisationen überlebensfähig macht.

Aus einer bestimmten Perspektive müssen wir in einem vielleicht umgekehrten Sinne zur Alzheimer Erkrankung von einer streng faktischen Geschichtserinnerung, die in gewisser Weise dem Zufall unterliegt, zu einer fest gegründeten Zukunft unserer Zivilisationskultur kommen, die die notwendigen Freiheiten und Richtlinien für Wachstum beinhaltet, und uns demnach dazu bringt, uns den Abgrund zu ersparen, der uns dazu verdammen würde die Vergangenheit zu wiederholen. Auf diese Weise zeigt uns "Iris" auf jeden Fall einen möglichen Weg einerseits für Individuen, die die Auswirkungen dieser Krankheit erfahren und, metaphorisch gesprochen, andererseits für Gesellschaften, die Ursache und Grund ihrer Existenz vergessen, und erlaubt uns den Rand dieses Abgrundes zu erspüren.